Por Sebastián Ramos
De la Redacción de LA NACION

Chris Martin, de gira por el mundo desde hace casi dos años, se recibe de entretenedor y deja bien en claro que cumplirá con su profesión con oficio hasta el último de sus días; con una banda como COLDPLAY detrás, o sin ella. El hombre es de esos artistas que se ganaron con sudor su condición de "artista popular", aquí, allá y en todas partes.
"Esta gira es en agradecimiento a nuestro público, queremos devolverle al menos una parte de todo lo que nos ha dado en estos años", dijo Martin a mediados de 2008, al iniciar el Viva la Vida Tour, y de eso se trata todo esto. Las canciones que los fans quieren escuchar (todos sus hits, de "Yellow" a "Strawberry Swing", y "un tema nuevo", "Don Quixote", inspirado en el mismo público latinoamericano que tiene por estribillo el "olé-olé-olé-olé" tribunero y que aseguraron incluirán en su próximo álbum), los gestos que adoran recibir (Martin dirigió una ola de celulares para las masas, pidió perdón por su "mal español" y se acercó lo más que pudo a los distintos sectores del estadio, con tres escenarios alternativos distribuidos entre la multitud), las palabras que quieren oír ("desde Bono hasta Beyoncé, todos dicen que Buenos Aires tiene el mejor público del mundo; nosotros también lo creemos") e incluso el regalo que quieren recibir (al final del show se regalaron discos en vivo del grupo a manera de suvenir).
Pero la entrega más importante de esta banda pasa por estos días por cierto optimismo ciego y ánimo festivo que irradian desde sus canciones con destino de himnos hasta su cuidada, pulcra y, por momentos, obvia y empalagosa estética pop. Todos contentos, podría ser la frase de cabecera del significativo Viva la Vida Tour.
Sin sorpresas más que la ajustada sincronización con la que la banda maneja sus golpes de efecto durante las casi dos horas de concierto, COLDPLAY sigue al pie de la letra el manual del rock y el pop de estadios para el siglo XXI, apoyados en el carisma y la voz de un compositor, cantante y performer nacido para ser amado incondicionalmente como cualquier artista popular, de Luis Miguel a Sandro y de los hermanos Gallagher a Madonna.
Fuente: http://bit.ly/aiWe5t